UN CAMINO DE DIGNIDAD PARA COLOMBIA

POR FERNANDO GARAVITO

Dentro de pocas horas comenzará un año importante para Colombia. No digo definitivo. Las cosas definitivas se aproximan a la eternidad y la eternidad es siempre momentánea. Pero será importante porque en él podremos lograr algunos de los cambios que requerimos como cuerpo social para avanzar poco a poco hacia la igualdad y la justicia.

Necesitamos, en primer término, una democracia. No digo "una democracia más sólida", porque eso implicaría que entre nosotros hay una democracia. Y no la hay, y no la habrá, si el régimen que dice habernos gobernado durante ocho años logra reelegirse. Frente al sistema oscuro que hoy manipula al país a su acomodo, donde imperan el engaño y los dogmas, estamos en la obligación de consolidar un espacio para la libertad. Ya hemos planteado algunas alternativas. Pero debemos tener claro que el cambio de los nombres no es el único que requerimos.

Por eso, después de que desaparezcan de nuestro horizonte político quienes han convertido al gobierno en una forma más de la delincuencia organizada, y comiencen a ser juzgados y sancionados, nuestra tarea común será la de realizar un programa que le de un vuelco definitivo al gobierno, y le devuelva el poder a quien debe ejercerlo. Ese es un segundo punto esencial. El abuso del poder no se da por generación espontánea. En él juegan factores como la apatía e indiferencia de que hacen gala los colombianos. Esa apatía, esa indiferencia, permiten que el gobierno sea el que es, y que el Congreso legisle a favor de los intereses particulares de unos pocos. Podría hacerse una lista detallada de las leyes que, con la apariencia de atender al beneficio colectivo, enriquecen sin medida a las corporaciones. ¿Un ejemplo cualquiera? La ley 100, de la que fue ponente el senador Álvaro Uribe. Una buena parte de la responsabilidad frente a los abismos que hoy nos separan, corresponde al Congreso. El "articulito" del que habló uno de los prohombres del sistema, no es uno solo. Son muchos, y su constante modificación desbarata día a día el aparato legislativo del país. Hoy, este último se ha convertido en una caricatura, que divierte a quienes reciben, precisamente de ella, los mejores beneficios.

Los colombianos nos hemos separado también alrededor de una serie de puntos neurálgicos. Tenemos que fijar una agenda común. Para que podamos trabajar con versatilidad e inteligencia alrededor de los temas que nos interesan a todos (el acuerdo humanitario, la solución política del conflicto, los tratados de libre comercio, el uso de las bases militares por el ejército de los Estados Unidos), es urgente que depuremos y le demos una nueva fuerza a la información. Sin información es difícil lograr que se consolide una opinión pública, y sin una opinión pública que conozca y participe en el debate alrededor de los grandes temas nacionales, seguiremos entregándole a unos pocos los privilegios que deben ser comunes. Buscar la forma de llegar a una información adecuada, objetiva y libre, sería entonces el tercero de nuestros grandes propósitos colectivos.

El cuarto tendría que ver con el desplazamiento. Interno y externo. Por distintos factores, ante todo políticos y económicos, hay millones de colombianos desarraigados, expatriados, empobrecidos, perseguidos. Estamos en la obligación de buscar un sistema que les devuelva el derecho a tener un país. No lo tenemos quienes hemos sido forzados a vivir en el exterior, pero no lo tienen tampoco quienes han sido desplazados por la violencia y el delito, y sobreviven como pueden en los cinturones de miseria de las grandes ciudades. Corregir esa iniquidad, que obedece, ante todo, a la manipulación de la propiedad, del derecho al trabajo y de la libertad de expresión y de conciencia, es otra de nuestras tareas comunes.

Y la justicia. Y las relaciones internacionales. Y la dignidad del país. Y la ética colectiva. Y el hecho y el derecho a decir verdad. Todos esos serán los temas que le darán una razón de ser al año que comienza. Sé que este no es el momento adecuado para pensar en ese tipo de asuntos. Es posible que en el atafago de fin de año este mensaje no llegue nunca a ser leído. De cualquier manera, él les lleva mi deseo por un camino de dignidad para Colombia. Espero que esta noche, cuando brindemos por la presencia o la memoria de nuestros seres queridos, pensemos que uno de esos seres queridos es Colombia. Y que estemos convencidos de que sería injusto abandonarla a su suerte.

Que en el año 2010 tengamos 2.010 motivos para ser dignos y para ser felices.

Diciembre 31 de 2009.