En el coro del unanimismo, Garavito desentona y era obvio que El Espectador
cuyo propietario es el poderoso grupo oligopólico Santodomingo
lo acallara y le dijera que hasta aquí llegó.
Este curtido periodista, maestro de periodistas que ha tenido que exiliarse
por las amenazas contra su vida, lo entiende así. "Entiendo
-afirma- que en Colombia la libertad de prensa está en peligro,
mientras que, frente a la información, la libertad de empresa
sigue haciendo de las suyas. No quiero que se piense en mí como
una víctima de la represión de los poderosos grupos económicos
que hoy nos manejan, ni como un cordero sacrificado en el altar del
unanimismo. Soy, simplemente, una voz independiente que ha sido censurada".
Y claro, la censura a Garavito por parte de El Espectador pasó
casi desapercibida en esta Colombia donde campea la banalidad y lo fatuo,
y en que la genuflexión y la incondicionalidad a los poderosos
y a quien ejerce el poder de turno es el común denominador.
Ya lo había dicho el propio Garavito, inclusive: en este país
destrozado que no ha logrado aún encontrar su destino, "no
hay clase política, solo una clase politiquera. No hay gobierno,
hay un club de negocios. No hay un Congreso, hay avivatos que trabajan
contra los intereses de la mayoría de colombianos"
Era entonces obvio que esa dirigencia corrupta y politiquera colombiana
que describe muy bien Garavito no se aguantara más que le siguiera
cantando sus verdades y terminara censurándolo.
Que mejor entonces que invitarlo a él a dialogar sobre periodismo
y a dar una rápida mirada a lo que ha sido el devenir histórico
de esta desventurada Colombia, cuyas clases dirigentes la han sumido
en un mar proceloso de abatimiento, impotencia y postración.
UN PERIODISMO CORROIDO POR EL CÁNCER DE LA BANALIDAD
- Para empezar hablando de periodismo hay que preguntarle ¿por
qué el seudónimo de Juan Mosca, si se tiene en cuenta
que las moscas no merodean sitios muy salubres?
- Sí, precisamente el seudónimo proviene de la
necesidad que tuve en un determinado momento de enfrentar la elaboración
de reportajes políticos. Alrededor de los políticos realmente
el ambiente no es muy sano y ese es el sentido inmediato del Mosca,
pero también hay otro que es una referencia literaria quizás
un poco pedante al famoso conde Mosca que en la Cartuja de Parma es
uno de los personajes centrales y es un fino político, inteligente
que maneja el principado a su amaño y que se enamora de la duquesa
Sanseverina. De tal manera que mi Mosca está en esa confluencia
de mosca y Mosca. Y, algo más, los moscas que son los muiscas
y yo tengo de alguna manera como lo muestra mi fisonomía una
ascendencia bastante mosquil, por esas tres paticas encontramos la razón
de ser Mosca. Y Juan porque todos somos una especie de Juan Lanas, de
tal manera que entre el Juan Lanas nuestro y el conde Mosca italiano
podemos hacer una mosca que merodeé alrededor de los políticos
colombianos.
- ¿A qué atribuye el hecho de que El Espectador
haya prescindido de su columna periodística?
- A que este país no soporta ninguna opinión
que no sea la oficial y consagrada y bendecida y autocensurada. Yo quise
decir las cosas de una manera libertaria, y Colombia es autoritaria.
Quise ser distinto, y Colombia es idéntica. Quise darle cabida
a la crítica y a la polémica, y en Colombia sólo
caben el incienso (y el oro y la mirra), siempre y cuando todo ello
vaya dirigido al bolsillo y loor de los poderosos. Yo no me opongo a
uno u otro político o grupo. Eso no me interesa. Yo me opongo
al ejercicio arbitrario del poder. Y fíjese usted, es el poder
el que ahora me censura arbitrariamente. El país necesita un
canal de expresión contra ese poder sórdido en el que
conviven los herederos de Pablo Escobar con los soldados de Jojoy y
los finos políticos neoliberales estilo Gaviria y la caverna
presidida por monseñor Rubiano y compañía. Todos
ellos conviven. Nosotros no convivimos. Mi columna no convivió.
En una palabra, mi columna no fue de las Convivir, como ahora se estila.
- ¿Cuál fue la razón por la que debió
exiliarse?
- Por la misma razón en que están exiliados todos
los colombianos: porque fui amenazado. En mi caso, la amenaza corrió
a cargo de los grupos paramilitares. Pero más que mi posibilidad
de supervivencia, que ejercí a través del sagrado derecho
de salir corriendo, me preocupa la amenaza que pende sobre el país
entero. Para unos, es la amenaza de la superficialidad. Cartagena en
vacaciones es la demostración del divorcio profundo que existe
entre los jóvenes que algún día nos gobernarán,
por herencia, y los súbditos que les llevamos a la mesa la dosis
personal de cocaína junto al vaso de jugo de naranja. Para otros,
los más, la amenaza es el hambre. Para todos, es la desolación
de no tener presente, y de ignorar olímpicamente el pasado. Como
de ese pasado no sacamos lección alguna y este presente nos estrangula,
vivimos de un futuro hipotético. Antes de entregarle el país
al peor postor, Gaviria nos lo anunció con descaro: "Bienvenidos
al futuro". Oiga, si el futuro era este, quien nos dio la bienvenida
sólo merece el fuego eterno.
- Sus libros son recopilaciones de crónicas y reportajes.
¿Considera que a través de estos géneros periodísticos
se puede hacer literatura sin la necesidad de escribir una novela?
- No, yo creo que los reportajes tienen que ser reportajes y las crónicas
tienen que ser crónicas. Pero reportajes y crónicas tienen
elementos literarios que los hacen atractivos. Esos elementos no pueden
ser la coyuntura, no pueden ser lo cotidiano, no pueden ser lo inmediato,
siempre tendrán que echar mano de raíces que muestren
cuestiones culturales, literarias, artísticas, poéticas,
en fin. Yo trato de hacer mis reportajes con esas pequeñas raíces
pero evidentemente no soy escritor, soy un periodista. Hubiera querido
ser escritor. Seguramente mis hijas, Melibea o Manuela, tratarán
de serlo en reemplazo mío. A mí me faltó escribir
una obra literaria realmente.
- Siguiendo con estos géneros periodísticos como
la crónica, el reportaje, el ensayo, ¿no han sido desplazados
por la "dictadura" de las noticias en el periodismo no solamente
colombiano sino universal?
- Totalmente, pero no sólo por la dictadura de las noticias sino
por la dictadura del espacio y por la dictadura de lo banal. El periodismo
escrito atraviesa por una gravísima crisis, mientras que el periodismo
de radio y el de televisión son prácticamente inexistentes.
En ellos lo que hay es una imagen, una imagen siempre secundaria, siempre
coyuntural, siempre inmediata, siempre olvidadiza. A mí me preocupa
enormemente lo que está sucediendo con el periodismo en Colombia.
Por eso he tratado de vincularme a movimientos y grupos de reflexión
sobre ese trabajo, siempre con una gran angustia y con la necesidad
de encontrarle a esa expresión un ámbito que le sea más
positivo. La realidad es que estamos cercados y hemos desaparecido aplastados
como las moscas por un periódico contra los ventanales de la
sala.
- ¿Periodísticamente hablando, no habremos tocado
fondo en el sentido de que Colombia ya se cansó al observar en
los telenoticieros un mismo esquema consistente en violencia, deportes
y finalmente piernas y frivolidad?
- Lo importante en Colombia sería buscar formas de periodismo
alternativo, periodismo regional, periodismo de sectores específicos,
búsqueda de espacios para el análisis y la reflexión,
para la interpretación política, todo este tipo de cuestiones
que ha descuidado el periodismo. Realmente deberíamos hacer una
gran convocatoria nacional que buscara decirle a este periodismo mentiroso
de la televisión y al cáncer que está corroyendo
al periodismo escrito que basta ya y que es necesario que el periodismo
recupere su estatura para convertirse de verdad en una palanca sobre
la cual se pueda apoyar el desarrollo de la democracia y de la paz.
PARECE QUE ESTAMOS CONDENADOS
- ¿Cómo analiza el devenir político de
Colombia en los últimos años?
- Mi opinión es muy negativa sobre lo que ha ocurrido en Colombia
y no lo digo por nuestros gobernantes sino por la falta de contenidos
éticos, por la falta de un proyecto político, por la falta
de intencionalidad, por la mediocridad que nos agobia. Estamos acorralados,
damos palos de ciego, no somos capaces de avanzar, de proponer caminos
coherentes que nos saquen de esta hecatombe en la cual nos hemos sumido
y consumido poco a poco. En Colombia nos falta liderazgo. Mírese
por donde se mire, ese liderazgo no se ve por parte alguna.
- Usted en 1996 publicó un libro que tituló País
que duele. Ese titulo en la Colombia de ahora sigue siendo vigente,
pero este ya no es un país que duele sino un país que
prácticamente ha desaparecido. ¿Usted no tiene esa misma
percepción?
- Sí, en Colombia tenemos ahora la necesidad de trabajar por
idear y construir un país, porque nosotros desaparecimos como
entidad política. En mi opinión somos una serie de grupos
humanos sumados unos a otros que no logran tener una relación
interna profunda, vigorosa, que permita revertir la conmoción
que nos ha tocado vivir durante este proceso histórico. Participo
completamente de su tesis: nosotros ya no somos un país. Por
consiguiente, si ya no somos país, ya no nos duele.
- ¿No cree que Colombia desde que comenzó su emancipación
de España por allá en 1810 y obtuvo identidad como Nación,
inició mal su tránsito republicano? Porque la colombiana
es una historia de traiciones, de desgarramiento, de mentiras, que se
ha ido deformando a través del tiempo, pues en vez de evolucionar
hemos involucionado. ¿No comparte esta apreciación?
- Sí, pero comenzamos mal desde antes de la Independencia. En
la gran crónica de Rodríguez Freyle, El Carnero, se pueden
leer las inmensas traiciones que había entre los grupos originarios
que poblaban esta parte del territorio americano, que decían
muy mal de su lealtad y solidaridad. No ocurre lo mismo en México.
Aunque en ese libro maravilloso que es "La Conquista de México",
de Solís, vemos una cantidad de traiciones a Moctezuma, encontramos
que si hay un hilo conductor. En cambio lo que aquí hubo fue
una barahúnda tremenda de grupos enfrentados unos a otros tratando
de destruirse. Persistimos en eso. Llevando las raíces un poco
más atrás, a ese comportamiento primitivo nuestro se suma
el comportamiento primitivo de un país como España, enfrentado
en ese entonces a múltiples guerras internas, lo que da como
resultado unos grupos humanos que realmente no obedecen a nada distinto
del más crudo y pavoroso individualismo. Cada uno de nosotros
es una entidad autónoma frente al otro, sin que podamos hacer
nada y sin que hayamos tenido liderazgo y el propósito colectivo
que nos indique un camino para llevarnos hacia adelante. Somos unos
seres muy enemigos.