LOS COSTOS DE LA GUERRA EN COLOMBIA
Por Ramiro Gutiérrez Z.*

RESUMEN
El número de hombres en armas asciende a 145.000 en los diversos ejércitos enfrentados hoy en Colombia. El sostenimiento de esta fuerza armada y lo que ella gasta en implementos de guerra llega ya a 25 billones de pesos anuales.
Cada día el país dilapida 53 mil millones de pesos en la confrontación fratricida. Al paso que va el escalamiento del conflicto, en cuatro años el país habrá gastado en la guerra el 100 por 100 de lo que hoy es el presupuesto de la nación y el desempleo se habrá disparado al doble de lo que es hoy: 40% según los analistas.
Es falsa la idea de que el dinero para la guerra vendrá del exterior, de los Estados Unidos u otros países. USA induce el escalamiento con “ayuda” e intervención política y militar que es cada vez menos indirecta, pero somos los propios colombianos los que vamos a sostener el peso de una guerra inútil, que además de costos económicos los tiene también humanitarios, políticos, materiales, ecológicos y ambientales, sociales y culturales, sicológicos y espirituales.

Este texto, propicio para el análisis y la reflexión, afirma que si la guerra es insostenible y la victoria imposible, lanzar al país por el despeñadero de la opción bélica total es criminalmente irresponsable. Los lectores sabrán ir más allá de los datos aún parciales que soportan esta conclusión.

BREVE VISTAZO AL MUNDO
Las guerras son consustanciales a la historia humana. La guerra, como invención humana, ha estado y seguirá presente, con diferentes grados de intensidad y complejidad, en la historia de pueblos y naciones, sembrando crueldad, destrucción, ruina y muerte.
Durante todo el siglo veinte el mundo fue testigo de conflictos de gran brutalidad. La humanidad logró llegar a niveles colosales en el dominio de la tecnología y la ciencia, pero ha sido incapaz de avanzar seriamente para llevar a todos los rincones del planeta bienestar, dignidad, equidad y justicia. Por el contrario, la pobreza ha crecido de manera alarmante, así como las desigualdades entre las naciones. Los conflictos de Somalia, Ruanda, Bosnia, Zaire, Burundi, Irak y Afganistán han sido verdaderos desastres humanos, por los métodos usados (genocidios, limpieza étnica, bombardeos indiscriminados) y por las limitaciones que tiene la sociedad mundial para dar respuestas adecuadas, oportunas y proporcionadas a estas conflagraciones.


LOS DIFERENTES COSTOS DE LA GUERRA
Las guerras en general, y los conflictos internos de un país en particular, siempre han tenido costos visibles e invisibles, cuantificables y no cuantificables, reparables e irreparables. Vicen Fisas, Profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona y Consultor de la UNESCO, plantea la necesidad de tomar en cuenta para el análisis del impacto de los conflictos, costos humanitarios, políticos, materiales y económicos, ecológicos y ambientales, sociales y culturales, sicológicos y espirituales . Solamente si tenemos conciencia de los diversos costos de una guerra, podremos evaluar, con sentido propositivo y de futuro, la gran rentabilidad de una política sostenible de paz y convivencia. En este trabajo inicial, basado en informaciones de prensa y en conclusiones de estudios especializados que citamos claramente, nos referiremos ante todo a los costos materiales y económicos, haciendo una breve reseña de los demás en la parte final del documento.


CÓMO SE LLEGA A LA SITUACIÓN ACTUAL
En casos de conflictos internos, en otras partes del mundo, algunos países han acudido a una política preventiva, es decir, reconocen la enfermedad, trazan y ejecutan políticas para no permitirle su expansión. En menor número se dan gobiernos que emprenden reformas de gran contenido social y/o transformaciones en la estructura política del Estado. En el caso colombiano, todos los gobiernos de los últimos cincuenta años han aplicado políticas que han añadido más leña al fuego. Frente al conflicto planteado por las FARC, desde
hace más de cuarenta años, y después de 20 años de iniciados los diálogos, interrumpidos por diversos motivos en varias ocasiones, se llegó al 20 de febrero del 2002 al final de otro nuevo intento de proceso de paz con ese movimiento insurgente, el cual había sido impulsado por el entonces presidente Andrés Pastrana.

Este último proceso, de más de tres años, quizá le haya permitido al país urbano, a sus capas altas y medias, darse cuenta de lo complejo y difícil de entender y por ello de superar el conflicto. Siempre esta confrontación la habíamos visto por allá, lejos, “en las montañas de Colombia”, y nunca había representado un escollo para la economía ni serios problemas de gobernabilidad al Estado. El conflicto se incubó y se creció en la Colombia rural y casi de espaldas a la Colombia urbana. Hemos vivido en un país virtual pero no en el país real, por eso los colombianos no entienden el conflicto y sus raíces. En estos últimos años, cuando el conflicto adquirió importancia y se hizo inocultable, las élites dirigentes han pensado en cómo terminarlo y no en cómo superar sus causas. No es importante la paz como tal, sino cómo derrotar a los insurgentes, por eso las fórmulas mágicas del presidente Álvaro Uribe Vélez se sustentan en la creación de una red de informantes de un millón de ciudadanos y en la incorporación de 40 mil reservistas al pie de fuerza del Ejército, y nada dice de las reformas estructurales, demandadas por la sociedad desde hace años y siempre aplazadas.
La terminación de la guerra es fundamental, es una condición necesaria para la paz, la reconstrucción nacional y el desarrollo, pero no es suficiente para superar las violencias y las desigualdades, como lo están demostrando las experiencias de paz en Centroamérica. En el caso colombiano es preciso formular ¿si ha llegado este conflicto a un momento en que no es controlable por el establecimiento? De la respuesta que demos a ella pueden surgir variadas conclusiones y actitudes.
No olvidemos la historia: Álvaro Uribe no es el primer presidente en declararle la guerra a la subversión, lo han hecho todos sus predecesores, desde Guillermo León Valencia (1962 – 1966). Con Pastrana (1998-2002) son 10 los presidentes consecutivos que han amagado la paz y escogido, en definitiva, el camino de la guerra. Y no la ha ganado ninguno. Por el contrario, la subversión ha crecido en la guerra y gracias a la guerra. Hasta ahora la receta de la guerra ha sido equivocada, porque se parte de un diagnóstico equivocado. El establecimiento y sus élites dirigentes creen y así lo plantean, que la subversión es la enfermedad, cuando la subversión y demás expresiones de violencia son las manifestaciones de una grave y crónica enfermedad; por ello siempre han decidido, de manera equivocada, combatir los síntomas y no las causas de la grave y crónica dolencia que sigue socavando a la nación. Nunca ha existido voluntad política real para adelantar, con participación popular, las reformas estructurales conducentes a lograr niveles aceptables en justicia social.
La crisis y el conflicto colombiano, por su gravedad, tiene ya notoriedad mundial y exhibe características como escalamiento y envilecimiento crecientes lo cual conlleva cada día más sangre, destrucción y muerte, lo que algunos llaman crisis humanitaria; este conflicto encierra un riesgo potencial en cuanto puede comprometer la estabilidad política de la región, convertida hoy en un gigantesco escenario de explosividad social y política.
No puede pasarse por alto el hecho de que Colombia es el productor de las 2/3 partes de la cocaína del mundo (700 toneladas anuales), soporte financiero de la guerra y de que el narcotráfico, hoy narcoterrorismo, se ha convertido en el tema número uno de la agenda norteamericana, ni se puede olvidar que en la reunión de Lima en 2002, Bush y los Presidentes del área andina se comprometieron a diseñar una estrategia común para enfrentar el narcoterrorismo en la región. El Plan Colombia presentado como estrategia antinarcotráfico ha derivado en una estrategia abiertamente antiterrorista. Con la llegada al gobierno de Colombia de Uribe Vélez se busca por parte deWashington regionalizar el conflicto por lo que el Plan Colombia, está dejando de ser una iniciativa antinarcóticos para desenvolverse como un plan anti insurgente con alcance a toda el área andina.
¿FRACASÓ LA PAZ COMO POLÍTICA?
Preguntémonos también: ¿Han hecho crisis, en Colombia, los medios y métodos, tradicionalmente empleados, para el tratamiento y solución de este tipo de conflictos? El establecimiento debe entender que al tipo de conflicto que vivimos en Colombia, con sus diversas y variadas singularidades, no le son aplicables los medios y métodos centroamericanos, ni tampoco los aplicados a los grupos insurgentes amnistiados, reinsertados o incorporados a la vida civil en la década del noventa. Lo que ha fracasado en Colombia no es la política de paz, que nunca ha existido como tal, sino los medios y métodos empleados para la resolución de este inveterado conflicto.
A partir del ascenso de Uribe Vélez al poder la guerra se ha privilegiado como el mecanismo para la salvación de la sociedad colombiana y entonces, se dice, es necesario hacer todos los sacrificios necesarios para lograrlo. En concordancia con ese enfoque se ha acudido al pueblo para que pague los costos de una guerra que no es del pueblo. Al respecto, los mismos Estados Unidos han sido no sólo claros sino enfáticos: si quieren hacer la guerra tienen que pagarla (Grossman, Departamento de Estado).

Decidido el camino de la guerra, cuando menos, sus costos deberían ser explicados en forma amplia al país y no embarcarlo ciegamente en ella para encubrir así a unas élites dirigentes que no quieren gastar nada en la paz. Los costos de la paz son una inversión a futuro. Los costos de la guerra cavan la sepultura económica y física de millones de colombianos, y siembran odios, rencores y remordimientos en la conciencia colectiva de un pueblo, los cuales se transmitirán de generación en generación. Colombia es una nación viable con una paz negociada e inviable con una guerra que puede desintegrar el territorio y, además de los ya existentes, desatar convulsiones culturales y étnicas, hasta ahora alejadas de nuestros conflictos.


¿CUÁNTO PUEDE VALER LA MAQUINARIA DE GUERRA DEL ESTABLECIMIENTO?
Desde cuando se formalizó la ruptura de los diálogos con las Farc, el 20 de febrero de 2002 y comenzó a rodar esa endemoniada máquina de guerra que se come todo el dinero que le coloquen, ya estaba previsto que el 9% anual del Producto Interno Bruto, unos 15.5 billones de pesos, tenían un destino: alimentar el monstruo que apenas comenzaba a crecer.
Hasta ahora todos los sectores, empresarios, gremios, inversionistas, capas medias y altos funcionarios del establecimiento lucen embriagados, de manera irresponsable, con el elixir “hacer la guerra”, sin examinar de manera fría, seria, financiera y humana lo que ella puede significar, como otro nuevo descalabro nacional. Somos un país en desarrollo que no hemos tenido los recursos suficientes para generar progreso y bienestar, ¿cómo puede ser que lo poco que tenemos se destine a costear un conflicto que no sabemos cuándo va a terminar? Por cualquier lado que se mire, para Colombia una guerra es inviable económicamente. Además, obtener créditos externos para la guerra es un imposible, porque llegamos durante la administración Pastrana a una deuda externa del 52% del Producto Interno Bruto (42.303 millones de dólares), por consiguiente el país no es sujeto de crédito.
El afán financiero de la guerra está llevando a planteamientos que en el pasado no eran ni imaginables. Javier Fernández Riva, consultor económico, en la Asamblea de Bancafé, el 9 de abril del 2002, planteó como mecanismo de financiamiento de la guerra la emisión, por el Banco de la Republica, de dos billones, es decir dos millones de millones de pesos anuales. Al día siguiente el predsidente del gremio ganadero, Jorge Visbal Martelo, en reunión del sector empresarial, expresó que la guerra era financiable con la utilidades anuales del Banco de la República (cercanas a los dos billones de pesos).

Las generaciones actuales de colombianos no conocen ni saben realmente lo que es una guerra como la que se está planteando. El Departamento Nacional de Planeación y el Ministerio de Hacienda han calculado muy biensobre lo que le vale al Estado y, por consiguiente, al bolsillo de los colombianos librar esta guerra. En estas dependencias del Estado, sus altos funcionarios parecen generales experimentados planificando la guerra.
Las cifras que se señalan a continuación, según ellos, son los costos de la guerra que Colombia necesita librar. Se dice que se requiere: a) 4,8 billones de pesos para gasto militar, lo cual significa aumentarlo del 1,9 % del PIB al 4.4%; b) $650 mil millones para expandir la capacidad carcelaria y, en consecuencia, procesar los numerosos capturados que genera una guerra; c) $46 mil millones para reposición de infraestructura; y d) $1 billón para la red de protección social; en total serían $6,9 billones anuales. Es necesario tener en cuenta que el costo actual de un soldado regular está en $6,2 millones anuales y el de un soldado profesional, que es la tendencia en crecimiento, en 18 millones anuales Y si se van a tener 150 mil soldados profesionales: ¿Cuánto vale la guerra diariamente por este solo concepto? ¿Y cuántos años duraría la guerra?
Seguramente estos costos, que empiezan a plantear los planificadores de la guerra pueden aumentar considerablemente si el conflicto se regionaliza, o lo regionalizan los Estados Unidos para enfrentar sus problemas con Venezuela y Ecuador que son países productores de petróleo. Lo anterior podría cambiar totalmente la naturaleza del conflicto

Los costos de cualquier guerra siempre son impresionantes, imprevisibles e indescifrables y sus resultados inciertos e inmedibles. Por ejemplo, la operación Gato Negro llevada a cabo por la Fuerza de Despliegue Rápido en el Vichada, en abril del 2001, involucró 3.555 unidades del ejército, durante 70 días, le costó al Estado $ 16.382 millones de pesos. El solo costo de aeronaves y municiones de esta operación ascendió a 10.775 millones de pesos. Resultado: captura del narcotraficante brasilero Fernandinho Veira Mar. El periódico El Colombiano, en su sección Rumbo Nacional, del 3 de marzo del 2002, señaló que la guerra tenía un costo de 46 mil millones de pesos diarios. El Espectador de esa misma fecha afirmó que los diez días de guerra comprendidos entre el 21 de febrero y el 2 de marzo le costaban al país 300 mil millones de pesos.
A una élite dirigente irresponsable e imprevisiva, que no vive en el país donde están la mayoría de los 40 millones de colombianos, le parece muy sencillo comenzar a señalar que cada uno de los colombianos - niños, jóvenes, mayores, hombres o mujeres, ricos y pobres - tendría que aportar la suma de $160.000.oo por año para financiar esta guerra.
En desarrollo de la “Operación Thanatos” (Operación El Dios de la Muerte) en febrero y marzo de 2002 hubo más de 50 vuelos de helicópteros que transportaban tropas a diferentes puntos del “primer teatro de operaciones” en el sur del país. La hora de vuelo de un helicóptero vale 1.500 dólares, algo así como $3’450.000.oo pesos: ¿cuántas horas de vuelo se realizan diariamente, transportando tropas, en los distintos teatros de operaciones, y el país no ve resultados?
Las guerras sólo sirven económicamente a los países ricos y desarrollados que las libran a distancia y tienen su propia industria bélica; las guerras que las naciones pobres libran a su interior, de ordinario sólo generan más pobreza, miseria, ruina y desolación.

Un consultor internacional, Guillermo Méndez Pachón, realizó recientemente un estudio con cifras de Planeación Nacional, Banco de la República, Ministerio de Defensa y Fuerzas Militares, sobre los costos del conflicto asumiendo una multiplicación de los “teatros de guerra” por todo el país. Según este consultor, la inversión no garantiza el éxito de las operaciones militares y fácilmente se puede pasar del 9% al 15% del PIB anual, sin una fecha cierta del final de la guerra. Esta situación comprometería unos 25 billones de pesos anuales, unos 100 billones en cuatro años. Cada año de guerra requerirá para su financiación la destinación, por parte del gobierno nacional, de la totalidad de los presupuestos de inversión, pago de la deuda y nómina de los empleados públicos.
El Presupuesto General de la Nación para el 2003, presentado al Congreso en julio del 2002, asciende a 67 billones de pesos, de los cuales se anuncia que siete (7) billones estarían destinados al gasto militar.
El Ministro de Hacienda de la administración de Uribe Vélez, Roberto Junguito, ha manifestado la necesidad de presentar al Congreso dos tipos de Reforma Tributaria: Una que impondría la obligación de comprar Bonos de Seguridad a determinadas rentas de capital, dirigida a recaudar dos (2) billones de pesos, lo cual es en realidad un endeudamiento interno. Una segunda, mediante la cual se ampliaría la base tributaria (IVA), se suprimirían exenciones tributarias y se obligaría a las pensiones a tributar, con la cual aspiran a recaudar otros dos billones de pesos, todo para el financiamiento de la seguridad. Podemos entonces, estar hablando de 11 billones de pesos por año para el gasto militar, sacados del bolsillo de todos los colombianos.

Además, la Ministra de la Defensa Nacional ha anunciado la incorporación de 40 mil unidades de reservistas para reforzar el pié de fuerza del ejército. Estas nuevas unidades militares tendría un costo por unidad mes de $516.666.66 para un costo anual por unidad de 6.2 millones. En consecuencia las 40 mil nuevas unidades de reservistas tendría un costo mensual de más de veinte mil seiscientos sesenta y seis millones de pesos ($ 20.666’666.666.67) y en un año estos nuevos destacamentos de la guerra llegarían a la escalofriante suma de Doscientos Cuarenta y Ocho mil millones de pesos. La anterior cifra es el costo mensual del sostenimiento de un soldado regular. Su sola incorporación demandaría de inmediato miles de millones de pesos en transporte, avituallamiento, armamento, alimentación, alojamiento, planeación y administración.


¿CUÁL ES EL COSTO DE LAS GUERRILAS Y LAS AUTODEFENSAS Y QUIÉN LAS VA A PAGAR?

Este es otro capítulo que es preciso tener en cuenta para llegar a una visión totalizadora de los altísimos costos que los colombianos vamos a pagar por el fracaso bélico; de ello son responsables tanto la élite dirigente del establecimiento como la élite insurgente que no han encontrado la forma de darle curso a la solución política negociada del conflicto. Tradicionalmente se ha dicho en Colombia que las fuentes de financiación de las guerrillas son el secuestro, las vacunas, la extorsión, los asaltos bancarios y el porcentaje que cobran por el gramaje de la coca y la amapola. Sin embargo, en los últimos años, se ha señalado a las FARC como un nuevo cartel con plantaciones, laboratorios y rutas propias para sacar, enviar y negociar narcóticos en el exterior.
Un estudio de Planeación Nacional señala que las FARC tienen ingresos anuales de 576 millones de dólares. El Investigador Paul Collier indica que tienen ingresos de 700 millones de dólares anuales. El analista francés Guy Sorman, en un artículo publicado por Le Fígaro de París y reproducido por la revista “Cambio” sostiene que las FARC tiene 30.000 hombres y mujeres en armas e ingresos por diversos negocios de 1.500 millones de dólares anuales (3 billones 450 mil millones de pesos), de los cuales 2/3 partes (US.1.000 millones) provienen de la cocaína y la amapola y la otra tercera parte (US. 500 millones) de rescates, vacunas y extorsiones.
De otra parte, diversos analistas señalan que las autodefensas tienen 8 mil unidades en armas; si equiparamos sus costos por unidad a los del ejército oficial, tendríamos que los costos anuales de sostenimiento de las tropas regulares de las autodefensas serían de $49.600 millones de pesos. De esta manera podemos afirmar que la guerra, para cualquiera de los actores, se convirtió en un problema financiero. El control de economías regionales, legales, ilegales o cruzadas se está convirtiendo en una problema vital para cualquier actor. Obligar a las FARC a negociar, cortándole los recursos financieros de los narcóticos, estrategia implementada mediante el Plan Colombia, ha sido otro rotundo fracaso de la política norteamericana antinarcóticos, implementada desde los tiempos de Ronald Reagan.

Presentamos a continuación un cuadro general sobre los costos de los aparatos militares, construido a partir del número de efectivos humanos que se dice tiene cada uno de los actores armados, y tomando como unidad de costos los mismos que presenta el gobierno nacional, Ministerio de Hacienda, referidos a un soldado regular por año, $6’200.000.oo y, además, el estimativo general sobre los costos diarios de la guerra, presentado en diversos medios de información nacional y revistas especializadas en asuntos económicos y financieros.
Los actores de la guerra, además de los gastos propios de cada hombre arma, como sueldos, etc., también incurren en otros costos como avituallamiento, transporte terrestre, aéreo, fluvial, marítimo, a caballo o en mula, mantenimiento de cuarteles, armamento, municiones, vestuario, calzado, servicios de sanidad y hospitales, oficiales, suboficiales y personal de intendencia, viviendas, centros de recreación (clubes y casinos) y costos administrativos. Esta estructura de costos se toma en cuenta tanto para el aparato militar estatal como para los grupos insurgentes y las llamadas autodefensas.
Teniendo en cuenta todos los factores de la guerra, el consultor internacional, Méndez, citado anteriormente, considera que el ejército estatal puede demandar uno 25 billones de pesos anuales para sostener la guerra.

Como se ha indicado en este ejercicio de medición y cuantificación financiera de la guerra se ha tomado para todos los efectos y para todos los actores los costos básicos de un soldado regular del ejército nacional que es de $6’200.000.oo anuales, y no los de un soldado profesional estimados por el propio Ministerio de Hacienda en $ 18’000.000.oo anuales. La primera cifra, ante la imposibilidad de contar con datos más exactos, la hemos estimado como una cifra indicativa de un costo promedio que puede aplicarse a la unidad básica de todos los actores armados.

 

OTROS COSTOS DE LA GUERRA

Sin embargo, como se indicó al inicio, es necesario considerar otros costos que los excelentes planificadores e impulsores, desembozados o encubierto de la guerra no ven, o no quieren ver, y que además impiden que el país vea. Consideramos que la ponderación de los costos de la guerra en Colombia, amén de los estrictamente económicos, ha de atender a estos otros aspectos, como se anunció en un comienzo, siguiendo la metodología sugerida por Vicen Fisas:

Costos humanitarios: representados en muertos, heridos, incapacitados, desplazados, refugiados. Ya tenemos en Colombia mas de 2 millones de desplazados en los últimos 10 años, especialmente campesinos, indígenas y negritudes y más de 300 mil refugiados en diversas naciones del mundo, pero merecen especial atención los que han cruzado las fronteras hacia Ecuador, Perú, Brasil, Venezuela y Panamá. Los desplazados se encuentran en 816 municipios de los 1.097 que tiene el país. Esta cifra es una prueba de la dimensión territorial que ha adquirido el conflicto. Ahora que el establecimiento está hablando de iniciar seriamente la guerra debemos tener en cuenta que éstas escalofriantes cifras crecerán.

Costos Políticos: Preponderancia de lo militar sobre lo civil, lo ciudadano y lo institucional. Degradación de la ya maltrecha imagen de Colombia ante el mundo. El Plan Colombia, instrumento para la preparación de la guerra desde el Estado, no ganó, en sus buenos tiempos, aceptable imagen ante los países de Europa y por consiguiente no lo apoyaron. Ahí falló la diplomacia preguerra. Solamente los Estados Unidos pueden estar interesados en esta guerra. En el país también está en peligro el sistema democrático, más allá de las elecciones, porque las guerras siempre han sido enemigas de las libertades y derechos ciudadanos. El Estado de Derecho, democrático y participativo, puede ser suplantado por un Estado de Guerra, nido ideal para la corrupción, a nombre de que todo va para la guerra. Creciente militarización de la sociedad, ya tenemos 180 mil personas armadas pertenecientes a las fuerzas privadas de seguridad y se está proponiendo que un millón de personas se vinculen a redes de apoyo a la fuerza pública.

Costos materiales y económicos: además de lo ya dicho con amplitud, en este rubro se puede incluir el valor de la maquinaria de guerra que el gobierno está pensando comprar con los impuestos que le va sacar a todos los colombianos. Seguramente las ciudades y lugares turísticos de Colombia ya han visto, en los últimos cuatro años, afectados sus ingresos y los perderán totalmente, si ante el mundo vendemos la imagen de una nación en guerra. En el año 2002 el turismo extranjero en Cartagena decayó, 19 cruceros con turistas no llegaron, por ser Colombia un país peligroso como lo certificó la Princess Cruise Line.

Infraestructura destruida: han sido 22 los puentes destruidos por la guerrilla en los primeros tres meses del añ (2002 y su reconstrucción costará más de 11 mil millones de pesos, según Invías, la entidad pública encargada de la construcción de carreteras. En la operación de recuperación de la extinta zona de distensión, la fuerza aérea, mediante bombardeos, ha inhabilitado, destruido puentes y carreteras, cuya reconstrucción también tiene un costo (torres de energía y comunicaciones, voladura de oleoductos, daños en acueductos, caída de aviones, destrucción de embarcaciones y demás medios de transporte individual y colectivo).
Afectación de la inversión extranjera y de nacionales, la cual ya se ha visto disminuida en los últimos diez años como resultado de la globalización, los narcóticos y la guerra.
Crecimiento del desempleo, el cual ya está en mas del 20% en las siete principales ciudades del país y que por efectos de la guerra se elevaría en un 20% adicional.

Aumento de la miseria. Si en la actualidad, según el Dane, tenemos 29 millones de colombianos en la pobreza, de los cuales más del 20% están en la miseria (6 millones), una guerra dispararía estas cifras a una velocidad insospechada. Vale la pena preguntarnos: ¿De esos seis millones de colombianos, cuántos están en la ruina o en la degradación humana total, abandonados de la sociedad y el Estado?

Caída y Pérdida de la Productividad en los campos de Colombia, los cuales han soportado la guerra de todos los tiempos y de todos los actores; los campesinos, comunidades negras e indígenas han tenido que abandonar, en los últimos diez años, 1’700.000 hectáreas, un hectareaje superior a las tierras que el Incora entregó a campesinos en más de treinta años de existencia. ¿Cuál es el costo de esas tierras? ¿Cuál es el costo de las viviendas rurales abandonadas, los sembrados dejados, la maquinaria y demás instrumentos de trabajo? ¿Quién paga estos costos y cuándo?
Desintegración del sistema escolar: decenas de educadores han muerto o tenido que abandonar sus actividades educativas, para salvar sus vidas y la de sus familias; miles de niños y niñas han sido los directamente afectados por esta situación. A diciembre 31 del 2002 la cifra de maestros desplazados por la guerra llegaba a 4.000 educadores.

Costos Ecológicos y Ambientales: La siembra de minas antipersonales por los actores armados. La fumigación aérea, como parte de la lucha antinarcóticos (Plan Colombia), en regiones como el Putumayo, Guaviare, Caquetá, Nariño, Macizo Colombiano, Tolima, Sur de Bolívar, Norte de Santander, Boyacá y Antioquia, configuran un verdadero ecocidio, crimen que debería ser juzgado por un Tribunal Internacional, porque en regiones como el Sur de Colombia se está atentando contra el primer pulmón del planeta: La Amazonía. El 3 de marzo del 2002 comenzó la “Operación Dignidad” de la Policía Antinarcóticos dirigida a fumigar, según dicen, 19.500 hectáreas de cultivos ilícitos (coca y amapola) en la antigua zona de despeje, lo cual pone en peligro el edén ecológico de La Macarena. Esta Operación tiene un costo de $20.631 millones de pesos. Además, todas las fumigaciones aéreas manejan información de radar, la cual no es totalmente confiable y por ello se fumigan cultivos lícitos, llamados de pancoger, atentando de esta manera contra la seguridad alimentaria de los campesinos y de los centros urbanos.

Costos Sociales: El patrimonio cultural y el tejido social del campesinado, comunidades negras e indígenas está siendo destruido, en detrimento de la nacionalidad. Las organizaciones de la sociedad civil rural se han debilitado o han sido destruídas en gran parte del territorio nacional. Los huérfanos de la guerra aumentan. El número de mujeres cabeza de familia, producto de la guerra, crece; las víctimas de las violaciones a todo tipo de derechos, dignidad y bienes se extenderán por todo el territorio.
Costos culturales: Estos costos están representados en la destrucción de culturas de las comunidades rurales, en la pérdida de identidad de los desplazados y refugiados, quienes deben construir una nueva para el nuevo entorno; es el sufrimiento y la carga moral y ética negativa de una población desprotegida e inerme. Sustitución de la cultura de convivencia, paz y trabajo, por una cultura de guerra, cinismo e insolidaridad.
Destrucción Ética y Moral de la Sociedad: Se refleja en el crecimiento de la corrupción en la vida pública y privada, cuyo costo ascendió en los últimos tres años, a 400 mil millones de pesos
Costos Psicológicos: Las guerras producen incalculables sufrimientos psíquicos, que pueden generar nuevos tipos de violencia, reabrir viejas heridas, producir enfermedades psíquicas (síndromes postraumáticos y catástrofes personales y/o familiares). El reclutamiento forzoso de jóvenes por parte de la guerrilla y los grupos paramilitares afecta a sus familias y a los reclutados.
Costos Espirituales: Cambio de valores, pérdida del sentido de la vida, sentimientos de inanidad, desconfianza de todos y en todas partes, desesperación por una guerra que no les permite vivir; sentimientos de venganza, odio contra la sociedad, luto en el alma por los seres queridos perdidos. Peso emocional y espiritual por una catástrofe para la cual no se hubiera querido venir al mundo.
Hay costos cuantificables, hay otros costos que no son fácilmente medibles en los actuales momentos, pero las futuras generaciones y otras naciones recordarán, con justificado reproche en el futuro, lo que pagamos los colombianos por no haber sido capaces de construir una sociedad más justa, tolerante y creativa. Si la guerra sigue, será un nuevo y gigantesco error nacional. Ninguna compensación puede aceptarse como válida frente a los destrozos de todo orden producidos por la guerra . A través de los datos incluidos en estas páginas, aún incompletos, pueden servir de pista para reafirmar lo señalado al comienzo en relación con el proceso que hoy se cumple en Colombia.


FUENTES:
Semanario El Espectador
Periódico El Colombiano
Revista Dinero, Marzo 8 del 2002
Revista Cambio
Periódico El Tiempo
Departamento Nacional de Planeación
Periódico Tiempos del Mundo.
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*Investigador social. Asesor de organizaciones campesinas. Escritor y consultor privado.